El blues, como el jazz, nace en Nueva Orleans. La mezcla de estilos musicales llegados de la cultura celta, la música francesa y los ritmos africanos sientan las bases de lo que hoy conocemos como música cajún y de ahí se va derivando hacia otros estilos musicales, marcados sobre todo por los instrumentos baratos con los que se tocan esas canciones. Podemos decir que, sin lugar a dudas, Nueva Orleans es la cuna de la música moderna. Sin esa mezcla, sin ese mestizaje, no tendríamos folk americano, ni jazz, ni rock, ni blues, ni Hip-Hop…

Esos ritmos y músicas se expanden hacia el mundo a partir del final de los felices años 20 y principios de los convulsos años 30. La gran crisis producida tras el crack de la bolsa norteamericana produjo una migración masiva de personas en busca de empleo desde el sur de los EE.UU. hacia el norte, zona donde estaba toda la industria. En Chicago, el blues adquiere una nueva dimensión ya que los músicos dejan de lado sus guitarras hechas con cajas de puros o latas de aceite y empiezan a utilizar instrumentos más sofisticados, utilizan guitarras eléctricas, piano, batería, incorporan el bajo y sustituyen la corneta por el saxo. Musicalmente, también se enriquece con una variedad de notas más amplia, bebiendo de las influencias del jazz. Nace así el Chicago Blues, una versión más cromática y rica del blues original.

Wallace Coleman es uno de los más grandes músicos del Chicago Blues, pero su carrera es, cuanto menos, curiosa. Nacido en 1936, este hombre no actuó en público hasta hace 29 años, cuando ya había cumplido los 51. Su carrera musical se había limitado a tocar la armónica en los descansos de su trabajo de panadero. Aprendió por su cuenta, como autodidacta, escuchando a los grandes, acudiendo a sus conciertos cuando se acercaban de gira por Cleveland, el lugar donde vivía. Salas con menos de 100 espectadores en las que era fácil conseguir hablar con los músicos una vez finalizado el concierto. Allí aprendió de Muddy Waters, de Elmore James, de Jimmy Reed, forjó su estilo y su voz propia con la armónica. Cuando se sintió preparado, subió al escenario. Y maravilló.

Empezó acompañando a Guitar Slim para, posteriormente, ser el armonicista oficial de Robert Jr. Lockwood, enorme guitarrista y cantante de blues. Tras diez años de aprendizaje al lado de Lockwood, emprendió vuelo por sí mismo y creó su propia banda de blues. El concierto que llega a Huesca como acto central del 60º aniversario de la Peña Alegría Laurentina, forma parte de una extensa gira europea donde disfrutaremos del arte del que, probablemente, es la mejor armónica del blues. Vale la pena ir a ver actuar a esta interesante figura del blues.

Fotografía: Charlie Schuck