Franco Battiato hizo un repaso a su carrera sin renunciar a su faceta vanguardista ni a sus grandes éxitos, para regocijo de los más de 4.000 espectadores
Božo Vrećo se enfrentó a la difícil tarea de continuar la noche, pero cumplió con nota y sorprendió en Lanuza con su atrevida propuesta y su magnetismo

 

Más de 4.000 personas rendidas a sus pies, con la sensación de haber vivido uno de los conciertos más bellos, en el sentido más clásico de la palabra, y perfectos que se han celebrado en Pirineos Sur en los últimos años. Así finalizó la actuación de Franco Battiato, que ejercía como uno de los nombres más importantes del festival y cumplió de manera sobresaliente.

Panorámica del concierto de Franco Battiato. Imagen de Javier Broto.

También brilló Božo Vrećo, que se enfrentó y triunfó al desafío de mantener el nivel de la noche y satisfacer a un todavía multitudinario público. La noche la abrió Juri Camisasca, amigo y colaborador de Battiato, que resultó perfecto para calentar al público.La noche en la que brilló Battiato

La estrella de la música italiana, con más de 50 años de carrera, cautivó con su actuación en Pirineos Sur gracias a su envidiable repertorio y el acertado formato por el que ha apostado en esta gira: piano, teclados, violines y su voz.

De esta manera, logró sonar durante la hora y media de actuación tan clásico como vaguardista, tan digital como analógico, tan moderno como espiritual. Tanto da, la palabra que resume su concierto es belleza.

Parafraseando a Kirk Douglas en Cautivos del Mal: Franco Battiato podría hacer de un concierto completo un momento culminante, podría hacerlo con cualquier canción, pero si lo hiciese así sería un pésimo músico. Un concierto en el que todos son momentos culminantes es como un collar sin engarces, ¡se deshace! Los grandes momentos hay que construirlos, y a veces muy lentamente.

Y este es su secreto. Su show se coció a fuego lento, sin prisa, desarrollando su propio discurso, el que le ha otorgado la fama en todos estos años, intercalando sus grande éxitos entre canciones que ha creado durante toda su carrera, desde los 70 hasta la actualidad. Así, no dudó en arrancar con L’ombra de la luce y Le sacre sinfonie del tempo (ambos temas del 91), para llegar a uno de los mejores momentos de la noche (y hubo muchos), Fornicazzione.

Precisamente, otros instantes para retener en retina y oídos fueron en esas canciones en el que Battiato dejó libertad a su banda para desarrollar la belleza de la que hemos hablado: Te lo leggo neggli occhi, La canzone dell’amore perduto, La cura o Gli ucceli.

Aunque era inevitable que la catarsis colectiva llegara con La stagione dell’amore, (cantada en español), L’era del cinghiale bianco y, sobre todo, Voglio vederti danzare y Cuccuruccucú, con las que cerró el concierto.

Battiato se despidió, o más bien le despidieron, como llegó, con una calurosa, inesperada, sincera y cariñosa ovación del público cuando cruzó la pasarela del escenario flotante. Ese mismo escenario sobre el que pasarán los días y aún quedará la huella de un enjuto italiano con un talento desbordante.

Božo Vrećo. Imagen de Javier Broto.

La sorpresa de Božo Vrećo

Después del recital de Franco Battiato, Božo Vrećo apostó fuerte y, aunque perdió parte del público, resultó victorioso. Salió al escenario flotante con la intención de no dejar indiferente y eso es lo que logró. Ataviado de un indescriptible vestido rojo con vuelos se enfrentó a “Aladza” y Sahtijan sólo con su voz y su carisma.

Cuando parecía que la actuación iba a discurrir por esos caminos (voz y bases programadas), se rodeó de dos músicos, se deshizo de la ropa y sacó su vena más mestiza, acercándose tanto a los sonidos gitanos balcánicos como al flamenco. Sólo alguien con una seguridad total y con carisma es capaz de algo así.

Un sueco cantando flamenco

En el escenario de Sallent de Gállego se celebró el segundo concierto familiar de la programación de Días de Sur a cargo del sorprendente proyecto Ethno. Se había prometido una especie de las Naciones Unidas de la música, y la verdad es que fue una definición completamente acertada. Casi 50 músicos se subieron al escenario de los Mercados del Mundo y convencieron sin problemas al multitudinario público que acudió al festival.

Cellos, guitarras, violines, acordeones, bajos, bandurrias… No hubo límite de instrumentos ni de estilos. La banda, formada por músicos de los diferentes rincones del mundo, no tuvo miedo en rescatar sonidos de cualquier parte del planeta: música india, mediterránea, celta… Y sí, también hubo flamenco cantado por un sueco.