Él mismo lo dice: “no soy el mejor fotógrafo de conciertos de España. Soy el más rápido”. Y puede que haya discusión sobre la primera afirmación, pero no hay duda alguna sobre la segunda. Javier Rosa lleva un cuarto de siglo haciendo fotografías. Empezó como fotógrafo de prensa y pronto descubrió que le gustaba meterse en el centro de la acción. Le encanta fotografiar manifestaciones, parece que tiene un sexto sentido a la hora de descubrir dónde está pasando algo interesante, pero no, lo que hay es una buena técnica: “hay que fotografiar con los dos ojos abiertos, porque si no, te pierdes lo que pasa a tu alrededor”, comenta el fotógrafo jiennense, y eso hace que sepa casi siempre dónde, cuándo y a quién disparar con su cámara.

Tras pasar seis años ejerciendo de paparazzi, descubrió que su auténtico interés personal estaba en fotografiar conciertos. Empezó años antes, yendo a pequeños clubs madrileños y a conciertos de Jazz, hacía las fotografías, las revelaba y al día siguiente las ofrecía a los propios músicos. Tras seis años persiguiendo a famosos por medio planeta, decidió que ese mundo no le gustaba y se centró de lleno en la fotografía de conciertos. Ahora es uno de los fotógrafos más respetados dentro del panorama musical español y en su calendario anual están las citas anuales con festivales como el FIB de BenicàssimFIV de Lugo, el Low Festival de Benidorm, el V de Valarés de Coruña, la Monkey Week de Cádiz, el Ojeando de Málaga, o el festival itinerante Estoesloquehay de Huesca.

Rosa estuvo el pasado fin de semana en Huesca realizando un workshop sobre fotografía de conciertos, organizado por la Asociación Cultural CulturizArte y con la colaboración del Plan Municipal de Juventud del Ayuntamiento de Huesca. El Centro Cultural del Matadero era el espacio donde se impartía el workshop que tenía como punto final el concierto que la banda gallega Disco Las Palmeras! ofreció ese sábado en la sala El Veintiuno, una sala que era una auténtica prueba de fuego para los alumnos y alumnas debido a su especial configuración y sus reducidas dimensiones. Al workshop asistieron fotógrafas y fotógrafos llegados de Zaragoza, Barcelona, Barbastro y, naturalmente, Huesca, personas que se dedican o se quieren dedicar a la fotografía y que buscaban aprender técnicas y trucos para aprender a hacer buenas fotografías en condiciones muy específicas.

Y es que si un fotógrafo deportivo tiene 90 minutos para tomar imágenes de un encuentro de fútbol, un fotógrafo de conciertos sólo dispone de tres canciones para tomar las de un concierto. El propio Rosa daba una de las claves de su trabajo: “Durante la primera canción no se fotografía. Se observa. En la segunda te pides una cerveza y en la tercera haces 1200 fotografías”. El taller, un intensivo que duró toda la jornada del sábado, empezó por la mañana con aspectos técnicos y de actitud, no sólo con el equipo, sino también entre el público y con los músicos. Algunos trucos para ser más efectivos, la utilización del flash o las velocidades de obturación fueron algunos de los temas que se trabajaron durante la mañana. Al mediodía, pausa para comer. Una de las condiciones que puso el fotógrafo para realizar el curso era poder comer longaniza, así que la organizadora del curso se aseguró de satisfacer su deseo gastronómico. Javier Rosa no sólo es fotógrafo de varios festivales españoles, sino que también lleva sus redes sociales, así que, tras poner de moda el hashtag #nosinlonganiza y haber sido obsequiado por el personal del restaurante con una auténtica longaniza de Graus envasada al vacío para que pudiera seguir comiendo cuando llegara a su casa, comenzó la segunda parte del taller más enfocada (nunca mejor dicho) a aspectos de organización del material obtenido y al postprocesado de las imágenes y cómo moverlas, no sólo en redes, sino a través de los diferentes circuitos profesionales.

Javier Rosa mostrando aspectos de la ordenación y postprocesado de imágenes

Javier Rosa mostrando aspectos de la ordenación y postprocesado de imágenes

En el apartado de postprocesado, Javier Rosa insistió en cómo guardar y hacer constantes copias de seguridad de toda la obra, aconsejó cómo trabajar las imágenes y recomendó el uso de un programa informático en concreto. Precisamente, en el postprocesado, es donde reside buena parte de la marca del fotógrafo. El propio Rosa es daltónico, lo que sin duda ha marcado su elección de colores y texturas y ha configurado un estilo muy carácterístico, tanto que, en cuanto conoces algo su obra, es muy fácil identificar cuándo una imagen es suya o de otro fotógrafo.

Tras las dos sesiones de teoría, llegó el momento de la práctica. A las once de la noche empiezan a llegar los participantes del curso. El local les ha habilitado un espacio donde poder dejar su material fotográfico y los ordenadores portátiles. Charla distendida sobre el curso, sobre fotografía, experiencias, música… Disco las Palmeras aparece en el escenario. El grupo sabe que van a ser fotografiados por una quincena de personas, pero eso no les hace cambiar ni un ápice su actitud. En El Veintiuno empieza el concierto y nadie hace ni una sola foto, siguen a rajatabla lo que ha explicado Javier. Luego, poco a poco, van apareciendo las cámaras hasta un total de quince. Dos canciones de ritmo frenético, tanto musical como de fotografía, Noise Rock gallego, buen sonido y disparos de cámara, mezcla atractiva para un grupo que gana muchísimo en directo. Tres canciones, fotos y luego cerveza, trabajo realizado. Ahora sólo queda que cada alumno o alumna realice su selección de imágenes, haga su procesado y envíe dos o tres imágenes para que Javier les haga las observaciones oportunas.

En términos generales, el taller fue muy satisfactorio, tanto para el alumnado, como para el profesor. Javier Rosa no tuvo ningún reparo en colocar este taller entre sus Top, y eso que hace un buen número cada año. Entre el alumnado había muchos que expresaron haber aprendido mucho, otros con mucha más experiencia se llevaron un puñado de buenos consejos y los más noveles acababan de descubrir que cada especialización fotográfica es un auténtico mundo. Ahora, una vez que ya han llegado todos a sus respectivos hogares, cada alumno y alumna tendrán que aplicar aquello que han aprendido y Javier Rosa tendrá que decidir cómo se comerá la longaniza, frita o a la brasa.