Texto: Javier Casamor
Imagen: Jordi Vadell
Cuando a finales del año pasado saltó la noticia de la resurrección de 091 para una gira en 2016, comentaban los viejos del lugar que no debería faltar una visita a un pueblo en el que dejaron una huella imborrable en las diferentes ocasiones que actuaron en la comarca. Y, finalmente, así fue. 091 llegaban a Binéfar después de protagonizar una de las giras del año, con entradas agotadas en Madrid (tres noches), Granada (dos plazas de toros) y presencia en algunos de los festivales veraniegos de más prestigio (Azkena, Sonorama, Low,…).
Mr. Jones abrieron la noche con su rock de guitarras precisas y lírica contundente, repasando temas clásicos de la banda como Palidecer y Flores de invierno. Una introducción perfecta para la velada que fue injustamente deslucida por la poca presencia de público, que poco a poco llegaba esperando ver a los cabezas de cartel.
Y por fin, un minuto antes de la medianoche e introducidos por las notas de Morricone, la banda hacía su aparición en el escenario. Veinte años después, pero sin perder ni un gramo del rigor que les caracterizó y demostrando estar muy alejados de la nostalgia, comenzaron el concierto como lo habían dejado en su época, con el instrumental Palo Cortao, tema que abría su Último (ya no) Concierto de 1996. A mitad de la misma apareció José Antonio García, posiblemente el frontman con más personalidad que dejó el rock español de finales del siglo pasado, y empezó una tormenta eléctrica compuesta de diez canciones enlazadas en las que no bajó la intensidad en ningún momento. Era un placer disfrutar de este grupo con un montaje de sonido y de luces acorde a su grandeza, algo que en su vida anterior nunca fue posible. Los fans más acérrimos agradecieron la recuperación de clásicos ocultos como Nada es real o En el laberinto, con las que fueron subiendo el tono del recital hasta llegar a Huellas, posiblemente una de las mejores canciones que se hayan escrito en este país.
Llegó entonces la primera tonada en formato acústico, que nos dejó respirar un poco. La banda lo estaba dando todo y se les veía a gusto sobre el escenario. Este pueblo siempre fue un lugar querido por los Cero y lo estaban demostrando con uno de los mejores conciertos de la gira. El baile de la desesperación volvió a aumentar el ritmo del recital y todos recordamos las veces que hemos escuchado esta canción y, tantas otras, en los bares del pueblo (de hecho, en estos veinte años, nunca han dejado de sonar). Otros como yo reinó en la noche como el gran hit que nunca fue, coreado por gentes llegadas de lugares tan lejanos como Sevilla, Santander o Madrid exclusivamente para el concierto, algo que nos muestra hasta qué punto llega el culto hacia este grupo granadino. Las canciones que salen de la Gibson SG de José Ignacio Lapido son un género en sí mismas. Por más que muchos grupos hayan mostrado su admiración e intentado imitarlas, nadie lo ha conseguido. El concierto se cerró con dos clásicos del rock (En la calle) y el pop (La torre de la vela) español y quedamos convencidos del insuperable cancionero que manejaron en su día y de lo bien que ha envejecido. Canciones, una por una, que no sólo no han perdido vigencia, sino que han aumentado su grandeza y todavía no han sido superadas.
El primer bis comenzó con La canción del espantapájaros, con el maestro Lapido a la guitarra acústica y José Antonio a las voces, coreado por todo el público. Un momento clave en todos los conciertos, como atestigua el recién editado CD/DVD que recoge el concierto de mayo en Granada. Todo comienza a girar fue el regalo de los Cero a Binéfar, pues era la primera vez que aparecía en el repertorio de esta gira. Esta noche, La calle del viento y Qué fue del siglo XX conformaron un trío de ases con el que se despidieron en todo lo alto, pero todavía había más. Cómo acaban los sueños fue el título que definió perfectamente nuestro sentimiento al ver que el concierto iba llegando a su fin, y una canción redonda como pocas, con su mezcla de paz y crescendo eléctrico, culminado por un solo de Victor García Lapido que constituyó posiblemente el momento favorito del concierto para este cronista. Todo se cerró con La vida que mala es, su canción más conocida, la más festivalera, la que nos anunció que la fiesta había llegado a su fin tras dos horas y diez minutos.
091 lo tuvieron todo para triunfar y lo conservan. No hay ni habrá ya en el mundo justicia suficiente para ellos, pero al menos nosotros tuvimos la suerte de volver a disfrutar de un grupo que, sorprendentemente, marcó a toda una generación en la comarca. Una noche que se recordará durante años y que convirtió a Binéfar, como en los viejos tiempos, en una referencia a la hora de organizar conciertos de impacto nacional.