El pasado sábado 22 de diciembre la sala El Veintiuno ofrecía su último concierto del año de la mano de la artista madrileña Alice Wonder.
Habían pasado casi tres años desde la última vez que diera un concierto en Huesca. Fue durante la pandemia en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner, lugar que sustituiría a la sala debido a las restricciones y medidas sanitarias de aquel momento.
Volvía como parte del cartel del decimotercer aniversario de El Veintiuno. Una programación musical que lleva celebrándose este mes y al que todavía le quedan varias fechas el próximo año.
El turno de una de las voces más personales y características actuales llegaba como colofón del año y para presentar su segundo trabajo Que se joda todo lo demás en formato acústico. Sin duda una cita muy especial y de gran generosidad por parte de la artista teniendo en cuenta que en su gira ha llenado recintos multitudinarios como La Riviera de Madrid.
La joven madrileña empezó interpretando a la guitarra The World Is Changing (Me) que sería el único tema en inglés que sonaría durante la noche. Tema de su anterior EP Firekid y del que regalaría también para casi el final del show la preciosa y desgarradora canción Bajo la piel. Además tampoco faltaría el famoso tema Yo quisiera, con el que se presentaría a esta pasada edición del Benidorm Fest.
Corazón mármol, No te vayas, O, Sueño raro… Todos sonando con crudeza y belleza a partes iguales, y en ocasiones acompañados de autotune. También adelantaría varias canciones inéditas como La droga más suave del mundo, una pequeña muestra de lo que será su próximo disco.
Una propuesta que transmitiría emoción, intimidad y cercanía, unas veces sola con el piano y otras a la guitarra, pero que, evidentemente, como ella mismo nos contaría, hay que ver también en formato banda, donde añaden sonidos más potentes y bailables. Aún así, no influiría en que hubiera una satisfacción generalizada, y saliéramos un poquito más cautivados si cabe, de la voz e interpretación de la cantante.
Esa noche la maravillosa Wonder, -valga la redundancia-, consiguió una de las cosas más difíciles y poco frecuentes en la mayoría de los conciertos en sala, un prácticamente absoluto silencio por parte del público, que ponía toda su atención por y para la artista, y que lo rompían solo para corear la mayoría de estribillos que se notaba, sabían al dedillo. Como pasaría con el icónico ya Por si apareces, con el que cantaron a pleno pulmón eso de ‘esta guerra pide paz’.
Una vez más demostró que ha llegado para quedarse y que a sus 25 años ya posee una madurez interpretativa y artística enorme. Como siempre, fue un auténtico placer. Larga vida a Alicia y su mundo musical de las maravillas.