El concierto de Mucho venía precedido de los comentarios de otra actuación de la banda en La Lata de Bombillas de Zaragoza a finales de febrero fueron como una advertencia de las de “tonto el que no baile”. Por ello, la expectación generada por el concierto del pasado sábado 19 en El Veintiuno en Huesca era grande, queríamos un buen directo que nos hiciera bailar y divertirnos. Y Mucho no defraudó.
La banda presentó su último disco “Pidiendo en las puertas del infierno” que apareció este enero. Música en la línea del EP “Grupo Revelación” de 2014, rock sin prácticamente guitarras y con unos teclados creando atmósferas sonoras que hacen vivir auténticas experiencias vitales. Y es que hay que decirlo con letras grandes, el directo de Mucho es bueno, muy bueno.
Mucho es un grupo sólido, pero esta solidez se asienta sobre una enorme capacidad de mutación. Cada canción es única, tiene su propio peso y presencia y eso lo saben cuidar muy bien. Uno espera, escuchando sus discos, que en directo suenen a menos. En algunos momentos de sus álbums, sus canciones consiguen transmitirnos el famoso efecto del wall of sound del infame Phil Spector, algo difícil de reproducir en directo, y lo último que te esperas es que en directo tengan esa misma fuerza. Pero la tienen. Tienen esa fuerza y más.
Esta solidez como intérpretes se suma a la construcción compacta de sus temas, a prueba de bombas. El sonido de su directo es tan impecable como la ejecución de los temas. Carlos Pinto a la batería, Víctor Cabezuelo a los teclados y voces, Miguel de Lucas al bajo y teclados y el frontman Martí Perarnau, voz, teclados y guitarra, consiguen crear la atmósfera necesaria para transmitirnos esa fuerza sin hacer falsos alardes, sin efectismos innecesarios, sólo con una sólida técnica y una calculada instrumentación.
Y no es solo destacable su sonido sino también unas letras de canciones que son misiles en la línea de flotación de la política social y cultural de este país. Y es que para protestar también se puede ser divertido. No extraña que el compositor de las canciones sea Martí Perarnau, un tipo con mucha sorna que, según contó, había prometido al resto de la banda que no sería “el típico frontman brasas”, justo antes de empezar un pequeño monólogo que le ayudó a meterse poco a a poco al público en el bolsillo.
El concierto comenzó con mucha intensidad y fue in crescendo con algún momento de relax. Uno a uno fueron cayendo sus temas más conocidos: Sucumbe el Universo, Grupo revelación, El sitio incorrecto, Fue, Como si no hubiera mañana, Las puertas del infierno, La velocidad… Canciones entrelazadas entre sí mediante efectos generados con los sintetizadores que forman el núcleo del sonido de la banda, siguiendo el patrón marcado, tanto en estudio como en los directos, por sus admirados Pink Floyd. Canciones que suenan a décadas pasadas, psicodelia, pop elegante, y que no se parecen a nada, a pesar de contar con muchas influencias. Ellos dicen que Beck, Michael Jackson, Stevie Wonder o la E.L.O. son algunas de sus influencias. Yo añadiría sonidos que me recuerdan a las canciones más psicodélicas de The Monkeys, las producciones de Giorgio Moroder, o los primeros álbums de Jean-Michel Jarre, Joel Fajerman o los ochenteros Human League, aunque esto último sea producido más por el uso de determinados sonidos de sus sintetizadores que por la estructura musical de sus composiciones.
Porque si algo tiene Mucho es que son originales, no suenan a nada conocido, Mucho es Mucho y punto y final. El único reproche que se le puede hacer al grupo es que reservaron toda la artillería pesada en el último tercio del concierto, donde sonaron los temas que parecen gustar más a sus seguidores. La interpretación de El león de tres cabezas, con enérgica improvisación final, es el primero de los grandes mazazos de calidad del repertorio. Previamente, Perarnau había aconsejado no irse a fumar a la calle cuando hubieran acabado para no perderse la primera canción del bis, que definió como “un temazo”. Y no era para menos, porque se trataba de Nuevas Ruinas, una de las canciones más esperadas de la noche. Su ritmo funky hizo vibrar a la sala, incluido un magnífico final instrumental en el que apareció como invitado especial el Thriller de Michael Jackson.
En conclusión, Mucho es una banda con solvencia en estudio y en directo, trabajan duramente cada canción y tratan al público con el respeto que se merece. El sábado vivimos una gran noche en El Veintiuno.