Fotografías de Silvia Isábal: Paco Aznar
Fotografías históricas cedidas por: Silvia Isábal
Silvia Isábal es una persona sobradamente conocida en Binéfar. Actualmente regenta la Bodega Isábal, fundada en 1979 e instalada en el local donde anteriormente estaba instalada la fábrica de gaseosas de la familia. En total, la familia Isábal lleva ciento un años dando de beber a Binéfar. Silvia se crió entre botellas de gaseosa, vino, vermú y sifones. Ahora, la Bodega Isábal es una vinoteca donde encontrar los mejores caldos de la zona, cervezas artesanas y una extensa selección de productos gourmet de alimentación, muchos ellos elaborados por artesanos literanos.
Una de las aficiones de Silvia Isábal es la historia. Es miembro activo del CELLIT (Centro de Estudios Literanos), entidad que se dedica a estudiar la historia de la comarca. El CELLIT le pidió que realizara una investigación sobre la industrialización de Binéfar y ésta ha culminado con la aparición de un magnífico libro, La industrialización de Binéfar desde sus comienzos hasta 1975, un estudio pormenorizado y exhaustivo de la intensa actividad industrial de la población literana. El libro ha sido editado por la Asociación de Empresarios de La Litera con la colaboración del Centro de Estudios Literanos.
Siempre es un placer hablar con Silvia. Habla de forma pausada, aunque cuando se encuentra a gusto se le acelera el ritmo verbal y acaba atropellándose al final de las frases. Su voz es cálida y habla con seguridad porque sabe de lo que habla. Sabe cómo explicar las cosas y hacerlas interesantes y escucha a su interlocutor, lo que siempre es de agradecer. Cuando habla te mira a los ojos y siempre tiene una sonrisa en los labios. Ella dice que es porque se ha pasado la vida atendiendo de cara al público y es algo que le inculcaron ya de pequeña.
¿Cuánto tiempo has tardado en completar el libro?
Dos años y medio. La idea surge tras la publicación de un artículo sobre la Historia de las fábricas de bebidas carbónicas en La Litera en la revista Littera. Justo al acabar ese artículo, a Juan Rovira, presidente del Centro de Estudios de La Litera, se le ocurrió que me podría dedicar a estudiar las industrias, porque le gustó cómo había quedado el artículo.
Pero han sido dos años y medio intensos…
Sí, han sido intensos porque ha sido bastante complicado. No hay en ningún sitio ningún listado que te diga «mira, estas son las industrias que ha habido en Binéfar«. Ha habido que tirar muchísimo del archivo municipal, pero en el Archivo Municipal de Binéfar sólo hay datos desde la Guerra Civil en adelante. Luego está el Archivo Histórico Provincial, allí tenemos la suerte de que están las matrículas industriales desde 1900 hasta el cuarentaytantos. Allí también se han encontrado las memorias de algunas sociedades durante determinados años, que han sido muy valiosas. He tenido que recurrir a la Registradora Mercantil de Huesca, cuya amabilidad me permitió también consultar archivos de algunas sociedades ya extinguidas, las que se han encontrado, porque hay otras que han desaparecido. He consultado publicaciones de la Cámara de Comercio, hemerotecas varias… Ha sido complicado.
¿Y cómo te has podido combinar tu trabajo de cara al público en la bodega con la investigación en estas instituciones oficiales? Porque los horarios coinciden…
Pues he tenido que pagar horas extraordinarias a mi dependienta para poder ir por la mañana, que todavía hay quien creerá que se gana dinero con esto [Risas.] y entonces pasas allí una mañana intensa, llegando a las ocho de la mañana y pensando «tengo que aprovechar el tiempo porque hay que acabar con esto a la hora de comer«. Luego aprovechas los ratos libres, los fines de semana en casa y las noches, sobre todo las noches.
Me consta que hay mucha gente que te ha ido insistiendo en que escribieras el libro y que no te rindieras.
Sí, mucha gente. Hay momentos en que no sabía por dónde seguir, sobre todo porque hay industrias con las que la investigación ha sido muy complicada, no se encontraban noticias, no encontraba descendientes… En la matrícula industrial te aparece la noticia escueta, el titular y por qué conceptos pagaba, por ejemplo por una máquina de quince caballos de vapor y, claro, en un libro como éste hay que poner algo más, no puedes dejarlo solo con esta información. A veces, localizar a la persona adecuada ha sido complicado y en algunos casos no se ha logrado, así que de alguna industria no he tenido más remedio que escribir que no se han encontrado más datos que los pocos que se han conseguido, por ejemplo que estaba situada en tal sitio y tenía esta producción.
Muchas de las informaciones que has obtenido han sido gracias a la tradición oral, gracias a hijos o nietos de los industriales que abrieron esas fábricas.
Sí, sí, mucho. Y hay gente que ya no vive en Binéfar y que ha habido que localizarlos en Barcelona o en otras poblaciones. Me han ayudado mucho, muchísima gente, han respondido muy favorablemente, comentándome experiencias, sus recuerdos, pasándome información, buscando fotografías o dándome pistas sobre quién podría tener una imagen o dónde la podría encontrar, me decían «esto yo no lo tengo pero puede que Fulanita lo tenga…«. También se han ofrecido a ponerse en contacto con las personas que podían tener la información que buscaba sobre determinadas empresas o sobre personas que habían trabajado en ellas, con lo que, si no llega a ser por la ayuda de todas estas personas, hubiera sido imposible poder acabar esta investigación.
¿En qué fecha empiezas el estudio? Lo pregunto porque siempre hay que arrancar desde un punto inicial.
Claro, por eso en el subtítulo pongo desde sus comienzos, porque en la primera parte del libro hablo del desarrollo económico de Binéfar y allí retrocedo hasta los Siglos XV ó XVI, hablo de los mercaderes que había entonces, de la actividad agrícola que había entonces… La primera prueba documental que tengo de la existencia de una industria en Binéfar la tengo sobre 1850, se trata de un fabricante de maquinaria agrícola que ya vendía en la provincia de Lleida. Luego, gracias a los anuarios comerciales, el último cuarto del Siglo XIX lo tengo bien controlado. A partir de ahí, con la llegada del regadío, aquí empieza la industria a aumentar en unas proporciones…
Ese es un punto de inflexión decisivo, ¿no? Supongo que hay momentos en la historia de Binéfar en los que hay impulsos determinados que empujan a la industria.
Con la llegada del regadío hay una eclosión. Es que Binéfar lo tenía todo para poder desarrollar una fuerte oferta industrial y se sabía. Joaquín Costa siempre decía que Binéfar sería una pequeña Lleida. Las aguas convertían el secano en regadío y Binéfar tenía estación de tren y tenía carreteras, quiero decir que no era una cosa espontánea, sino que ya se sabía lo que ocurriría. Había Dámaso Carrera, una ferretería de Graus, que ya se apresuró a abrir aquí una sucursal porque ya se sabía que Binéfar iba a crecer. Esos años son muy trepidantes en la historia de la población.
Pero eso no viene de nuevo. Por donde circula la N-240 siglos atrás discurría una calzada romana, quiero decir que las rutas comerciales de la zona ya tienen más de dos mil años de antigüedad.
Sí. Bueno, esa vía romana iba, más o menos, por Esplús, no pasaba exactamente por Binéfar. En el libro lo explico, fue el comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, allá por el Siglo XII, quien dijo que, en lugar de pasar por Esplús era más lógico pasar por Binéfar y eso es lo que incluyó a la población en la ruta Huesca-Lleida, una ruta que era fundamental para poder vertebrar el comercio con Cataluña y que pasaba por Tamarite, Alfarràs, Balaguer y pasaba por Binéfar hasta Monzón, es decir, que ya de antiguo Binéfar era zona de paso. Luego el ferrocarril ejerció de ordenador del territorio y, cuando se hizo el primer plan de carreteras, que creo que era en 1864, se aprobó un trazado de carreteras que unían las zonas que no tenían ferrocarril con las estaciones más cercanas, con lo cual en Binéfar se construyeron las carreteras que unen a la población con Tamarite, Esplús, Binaced y San Esteban, además de la que unía Monzón con Almacelles, que ya estaba proyectada antes y que tardó mucho más en construirse que las otras. La verdad es que la estación de ferrocarril de Binéfar, con todas esas carreteras, se convirtió en la estación de referencia de toda la Ribagorza, de toda La Litera, de casi todo el Bajo Cinca y de algunos pueblos del Cinca Medio. De hecho, la estación de Binéfar tenía muchísimo más trafico de mercancías que la de Monzón durante la mayor parte del Siglo XX, hasta bien entrada la década de los 60. Allí coincidió que, cuando empezaron a instalarse las químicas, cuando realmente Monzón experimentó un desarrollo fuerte, se inició un cierto declive de la industria binefarense porque el transporte por carretera ya estaba aumentando. Hasta entonces, realmente, la estación de Binéfar era más importante que la de Monzón.
La de Binéfar es una estación de tren que estuvo a punto de no hacerse, porque tengo entendido que en un principio estaba previsto que se construyera la estación en San Esteban de Litera. [Silvia pone cara de no estar de acuerdo con mi afirmación.]
Hay muchas teorías al respecto y yo no he encontrado una información que lo confirme. Que no la haya encontrado yo no quiere decir que no exista, pero yo no he encontrado información al respecto. Hay teorías que también afirman que querían que la estación fuera la de Tamarite de Litera. Yo creo que, simplemente, siguió la carretera que ya estaba proyectada en 1854 que venía de Lleida y que pasaba por aquí. Se barajaban otras variantes, por ejemplo la de Fraga, que hubiera sido un trazado también muy lógico, lo que pasa es que dejaba a Huesca capital muy desplazado y por eso se trazó por aquí. Mi marido, que es más técnico, dice que por cuestión de alturas lo lógico es que pasara por aquí.
Es curioso ver la evolución de Binéfar, porque a principios del Siglo XX era como un poblado del Far West, pero ya había de todo.
De todo. De todo. Lo curioso es que miras el censo de 1900 y, como todavía no podían votar las mujeres, los que aparecen son sólo los varones mayores de 21 años, que eran los que tenían derecho a voto, y el 60% eran jornaleros, es decir, que en 1900 Binéfar era un pueblo pobre, lleno de hombres que vivían de un jornal. Y de repente, en catorce o quince años, se transformó. En muy pocos años se instalaron comercios de todo tipo, establecimientos educativos, el cine, los teatros, cafés… en muy pocos años. Por eso es acertada esa comparación con el Far West, de gente que venía de fuera a instalarse aquí, como la ferretería que he citado antes, de Dámaso Carrera, que era muy prestigiosa, este hombre era alcalde de Graus, y vino aquí a instalar una sucursal, o los hermanos Tornos, que ya tenían viveros con el regadío zaragozano y vienen aquí a instalar otra sucursal en Binéfar… Sí, era el Far West. Pero a todos los niveles, político también, social, económico, industrial… Todos los movimientos políticos aquí tenían su reflejo, en sindicatos, en asociaciones, en centros, a todos los niveles.
Ahora parece que Binéfar le ha dado la espalda al tren.
Sí, pero hemos tenido la suerte de que nos hayan traído la autovía. Binéfar tiene la suerte de estar en la zona geográfica en la que está y esa es su ventaja comparativa. No hay más. Es simple geografía.
A pesar de todo hay un cierto carácter emprendedor en la zona.
Esto me lo preguntaban hace un mes y llevo todo este tiempo dándole vueltas en la cabeza. ¿Hasta qué punto influyó la llegada de inmigrantes, ya fueran de Graus, de Cataluña o de donde fuera? Por ejemplo, que viniera un carpintero de San Esteban de Litera, Esteban Morera Clavería, que ya era carpintero en San Esteban, pero que empezó a dar muestras de iniciativa una vez llegado a Binéfar. No sé hasta qué punto eran las condiciones de Binéfar lo que hacía a los emprendedores, más que el propio carácter emprendedor de cada uno de ellos. Luego piensas en las figuras fundamentales de que haya podido haber en Binéfar relacionadas con la industria, como Domingo Graus, que era de Binéfar; José Marco, alias el Chabre, que era de Binéfar; incluso el alcalde José Lacort, del que podríamos decir muchas cosas, pero también tuvo su lado industrial, éste también era de Binéfar, su padre no, pero él ya había nacido en la localidad; Lombarte, ya eran la segunda o tercera generación los que ampliaron el negocio aplicándolo a la industria, pero la familia venía de Teruel, No sé hasta qué punto… Bueno, llegó un momento en que había crecido tanto la población que llegó un momento en el que la mayoría no había nacido en Binéfar, pero no sé hasta qué punto vinieron emprendedores o se hicieron emprendedores aquí. Eso es lo que todavía no tengo muy claro, necesito un sociólogo.
Hay una cosa que normalmente va asociada a la industria y no es el desarrollo económico: los olores.
[Suelta una carcajada porque sospecha lo que le voy a preguntar] Sí, es verdad.
Durante muchos años Binéfar olió a galletas…
Sí. Olió mucho a leche condensada, mucho. Al fin y al cabo, para hacer leche condensada, la leche tiene que evaporarse. Olió mucho a alfalfa, en la época en la que estaba en funcionamiento la deshidratadora. En plena campaña, el olor a heno inundaba el pueblo. Ahora no decimos a qué huele, pero huele. [Grandes carcajadas.]
Ahora estamos en pleno cambio de modelo económico a nivel global en el que no sabemos muy bien hacia dónde vamos, pero en el que la industria actual también se está adaptando, tiene que ponerse las pilas y ser competitiva. ¿Cómo ves desde tu posición de historiadora este futuro tan incierto?
Precisamente, la primera parte del libro es una historia económica de Binéfar para poner a las industrias en su contexto. Si Binéfar ha sido capaz de ir superando distintas etapas y distintas crisis, yo creo que ha sido capaz de ir superando etapas, crisis… Ha sido capaz de irse adaptando. Yo creo que hasta ahora se ha adaptado siempre. La crisis del petróleo, por ejemplo, aquí atacó duramente. Aquí desapareció la metalurgía, la fundición cerró, fue muy dura con las empresas de tractores que entrarían dentro de la rama del metal; el textil en los años 90 desapareció todo, osea, vemos muchos sectores industriales que siempre han estado presentes y ahora no lo están, mucho desapareció ahí. Sin embargo, hemos tirado mucho más hacia la tecnología, hacia el sector agrotransformador, sigue dando muestras de innovación y creo que seguirá dándolas, en ese sentido soy optimista.
La industria de Binéfar siempre ha salido adelante a pesar de las escasas ayudas. Siempre ha sido la gente de aquí la que ha tirado hacia delante. La verdad es que desde fuera no nos han ayudado nunca, esa es la sensación general del empresariado binefarense, pero no es una sensación nueva, ya viene de tiempos del franquismo. Hubo un plan de desarrollo que, gracias a ese plan, se construyeron los polígonos industriales de Monzón y de Barbastro. El de Binéfar se quedó al margen. Binéfar siempre ha estado al margen de las actuaciones y, a pesar de todo, ha seguido adelante.
Sigue pasando lo mismo.
Sí, sigue pasando lo mismo, que nadie se sienta ofendido, pero sí, sigue pasando lo mismo. Pero de esto ya se quejaban entonces. De hecho, yo he visto en el Archivo Municipal, informes de petición de apertura de empresa en los que pedían alguna cosa, alegando el número de puestos de trabajo que se iban a crear y los sellos estampados de denegado, denegado, denegado y denegado. No apoyaban a la industria, no lo hacían entonces y no lo hacen ahora, pero los empresarios no instalan sus industrias en otros sitio, siguen haciéndolo en Binéfar.
Pusiste el punto y final en 1975.
Sí, porque es un cambio de ciclo. Hacía falta una perspectiva histórica, no puedes hablar de determinadas cosas que están muy recientes, y luego es que es un cambio de ciclo muy evidente, con la transición, la ampliación de la Unión Europea, la crisis del petróleo… Es un buen momento para poner el punto y final. Otro buen punto era 1965, porque se celebraban lo que llamaban los veinte años de paz, pero el 75 es un punto de inflexión mucho más claro.
De todos estos años que has investigado ¿hay alguna industria que supusiera una gran innovación o que se saliera de lo habitual?
Ha habido muchas industrias que se han salido de lo normal. Por ejemplo, antes de la guerra, la única fábrica automática de calzado de cuero, es decir, hecho con maquinaria, de toda la provincia de Huesca, estaba en Binéfar; en los años 70, la única fábrica de aceites de oleoginosa de todo Aragón estaba en Binéfar; en los años 30, la única fábrica conservera de todo Aragón estaba en Binéfar; la única fábrica de galletas de la provincia de Huesca, durante bastantes décadas, estaba en Binéfar… Realmente, ha habido muchas industrias innovadoras. La algodonera vino de fuera, pero era la algodonera que estaba más al norte de todo el planeta, el orgullo que le daba este dato a los gobernantes franquistas… Ha habido muchas innovadoras y todavía me olvido de muchas, como la única fábrica de lino que había durante muchos años en la provincia de Huesca, que también estaba aquí, en Binéfar; la primera harinera constituida como Sociedad Anónima, la de Binéfar; la fábrica de gorras Villacampa fue la primera de Europa, claro que tuvo su apogeo en los años 90, pero estoy hablando de los inicios de la empresa; la fábrica Leather, prendas de piel y punto, tenía delegaciones de venta en Hong Kong, el Líbano, Tokio, México, Estados Unidos… Ha habido muchas industrias así, singulares, en este pueblo.
Supongo que los familiares y descendientes de los empresarios se habrán llevado también alguna sorpresa con el libro.
¡Ya lo creo! Había una fábrica de pastas para sopa, que el propietario era Luis Saura, pero la tuvo arrendada casi siempre a José Torrente y tuve la ocasión de hablar con el hijo, que es un señor ya mayor, vive en Barcelona, además está enfermo, muy enfermo, y se llevó una alegría tremenda de que nos acordáramos de su padre, estaba entusiasmado, emocionado. Domingo Grau, por ejemplo, que es muy mayor, es un personaje que ha estado en industrias químicas, industrias del aceite, en la algodonera, uno de esos hombres que ha cundido en esta historia y que ahora tiene noventa y tantos años y está encantado de aparecer en el libro. Grau además es muy binefarense, ahora vive en Barcelona, contrariamente a lo que él desearía, porque viven allí sus hijos y no le queda otro remedio, pero estaba muy ilusionado con el libro y con que se hablara de la historia industrial de Binéfar. Para mucha gente ha sido bonito volver a recordar esa época.
La industrialización en Binéfar es un libro importante, no sólo por el tema que trata, sino porque forma parte de una serie de publicaciones que está impulsando el CELLIT, investigaciones que ya llevan unos cuantos años en marcha y que han de servir para sentar las bases de lo que es la historia de La Litera.
Nuestras publicaciones siempre van en ese sentido. Por ejemplo, El nobiliario de La Litera, de Carlos Corbera Tobeña, va a ser una obra de consulta obligatoria para quienes quieran estudiar determinados siglos de historia de la comarca, eso está claro. Aquí, en Binéfar, no tenemos una gran historia política o artística, pero tenemos la industria que es, quizás, lo más característico que hemos tenido. Es una manera de reflejar lo que es nuestra historia.
Después de dos años y medio de escribir, reescribir, preguntar, repreguntar e investigar, ¿ahora no tienes mono?
No. Todavía continúo. [Se ríe a carcajadas.] Continúo investigando porque siempre hay historias cruzadas y… Ahora tengo un proyectillo que acabará siendo un artículo, probablemente, del que no te puedo decir nada porque por el momento es sólo eso, un proyecto. Cuando investigas algo, siempre te sale un dato que te lleva a otra historia. Además, yo tengo olfato para este tipo de cosas [Se vuelve a reír.], no es olfato periodístico, pero casi. Pero tendrás que esperar, porque me va a dar trabajo. Si no se lo cuentas a nadie, te digo en qué consiste…