Monflorite, 20 de julio de 2024. La Ermita de la Señora de los Dolores de Monflorite, un rincón de encanto y serenidad, se iluminó este sábado para recibir a Taracea, que presentó su aclamado espectáculo ‘Desvíos a Santiago’. Fue una experiencia musical que entrelazó tradición y modernidad en una travesía sonora que abarcó siglos y culturas.
El título “Desvíos a Santiago” está inspirado en el libro de viajes «El desvío a Santiago» de Cees Nooteboom. En él, el autor encarna al viajero que, aunque su destino es Santiago de Compostela, se detiene, se desvía y se interna en otros caminos. De manera similar, Taracea se desvió del Camino de Santiago del Reino de Aragón, que transcurre desde Albelda hasta Santa Cilia, y que pasa muy cerca de Monflorite, para detenerse y compartir su música con el público presente.
El concierto de Taracea fue un peregrinaje musical y cultural que recorrió melodías y ritmos desde Centroeuropa hasta Galicia. El repertorio, compuesto por piezas tradicionales de peregrinos que han resonado a lo largo de Europa, fue interpretado con una maestría que evidenció tanto el profundo respeto por las raíces históricas de la música como una innovadora visión contemporánea.
El programa inició con «Quand nous partîmes de France», una melodía que narra las características y costumbres de los pueblos, villas y ciudades por donde pasa el peregrino, desde París hasta Compostela. No hizo falta más de una canción para entender que, bajo la dirección musical de Rainer Seiferth, las composiciones exploraban límites musicales contemporáneos de manera sumamente atractiva. Su interpretación con la vihuela, con la que se adaptó a estilos musicales modernos, ofreció una base sólida y llena de matices, guiando con precisión y sensibilidad cada pieza del repertorio.
La transición a «Repicavan las campanillas» de Etienne Moulinié demostró la habilidad del grupo para moverse fluidamente entre diferentes tradiciones y estilos. Belén Nieto, en las flautas, destacó desde los primeros acordes, mostrando su versatilidad y capacidad para añadir colores y texturas, aportando profundidad y riqueza al sonido del conjunto.
Las interpretaciones de Juan del Encina, como «Romerico» y «Ay triste que vengo», mostraron el esplendor del Renacimiento español, mientras que piezas como «Innsbruck, ich muss dich lassen» de Heinrich Isaac trajeron la elegancia del repertorio centroeuropeo. En un momento de humor, Seiferth describió «Polorum regina» como una canción perteneciente a “Los 40 medievales”. Esta séptima pieza del cancionero «Llibre Vermell de Montserrat» fue originalmente creada para un baile en círculo.
La inclusión de «Cantiga 181» de Alfonso X el Sabio y «Romance de Don Gaiferos» amplió aún más el horizonte musical, presentando variaciones que resonaron con la riqueza y diversidad de la herencia musical europea. «Balletto» del laudista Vincenzo Capirola añadió un toque de ligereza y frescura renacentista, concebida como una danza ligera y animada, típica del estilo de la época. A continuación, «Mia irmana fremosa» de Martin Codax, el poeta gallego atemporal, ofreció un toque nostálgico y poético.
La noche cerró con «Urrundik», una pieza tradicional del País Vasco que culminó el programa de manera magistral, demostrando la capacidad del grupo para fusionar lo antiguo con lo nuevo, creando versiones en las que la improvisación y los ritmos contemporáneos se entrelazaron con melodías ancestrales.
Miguel Rodrigáñez, espléndido en el contrabajo, aportó un anclaje rítmico y armónico que sostuvo y enriqueció las interpretaciones. Isabel Martín, con su voz y percusión, añadió una dimensión extra a las piezas. Su expresividad vocal y su habilidad para integrar elementos rítmicos complementaron a la perfección las melodías, cautivando al público con su presencia en el escenario.
Muy aplaudidos al final del concierto, el cuarteto volvió al escenario e hizo un bis que fue agradecido por el público, que puesto en pie, los despidió con una gran ovación.
El concierto de Taracea en la Ermita de los Dolores fue una celebración de la rica tapicería cultural de Europa, un recordatorio de que la música es un viaje sin fin, lleno de desvíos y descubrimientos. En una noche en la que la tradición y la modernidad se dieron la mano, Taracea logró inspirar y conectar a todos los presentes con el vasto legado musical de nuestro continente.