El Festival Sonidos en la Naturaleza, SoNna Huesca 2023, se inauguró el sábado en el CDAN de Huesca con un espectáculo protagonizado por cuatro mujeres enredadas entre sí, cuatro grandes de la canción española que intercambiaron repertorio y estilos en una noche más fría de lo esperado. Cuatro mujeres que se han hecho amigas y lograron fusionar sobre el escenario toda su complicidad artística y personal.
Abrió el fuego la gallega Uxía, anfitriona del recital aunque estuviera a mil kilómetros de casa, pues ella fue la instigadora de una colaboración que iba a ser flor de un día en A Coruña y ha terminado en una gira por España que ayer, por vez primera, recalaba en tierras aragonesas para abrir el SoNna 2023. “Es un auténtico lujo poder estar en un festival que fusiona arte y naturaleza”, dijo. Tras un alalá a capela, Uxía cantó “No mar” antes de presentar a su primera pareja de la noche, la maestra Martirio, que no defraudó. Ella fue la que puso la retranca y el sentido del humor que impregnó el resto de la noche.
Tras cantar juntas “Alalá das mariñas”, Martirio se quedó sola –acompañada del coro espontáneo de las ranas del CDAN- para cantar “María la Portuguesa” y presentar a “la última que he conocido de estas amigas”, Ugia Pedreira, y versionar “La bien pagá”, que también sonaría en gallego. La cantante, pandereteira y activista de Lugo, procedente del folk y del rock gallegos, fue para muchos la gran sorpresa de la noche. La Pedreira era la más desconocida por estos lares y no le costó mostrar toda su sensibilidad poética, aderezada de fina ironía.
Tras la “Ranchera de Lhas”, las dos gallegas cantaron juntas “Danza da Lúa”, antes de presentar “a la jota de España, la maña de España”, como la definiría luego Martirio. Carmen París jugaba en casa y se notó. Fue la última en salir a escena y lo hizo más suelta y liberada que sus compañeras. Hasta recordó sus tiempos en Peñíscola, con orquesta de hotel. Interpretó al piano “Savia nueva” (con Uxía), “En mi pecho”, “Todo es pena” y “Tris tras” junto a la Pedreira. Tras la inyección de jota llegó el momento de las panderetas (“Xente da festa”) y por fin la reunión de las cuatro sobre el escenario, que ya ninguna dejaría.
La “Jotilla de Aroche”, con las gallegas tirando de pandereta, fue el mejor preludio de uno de los momentos más divertidos del recital, la interpretación a cargo de Martirio de “Las mil calorías”, una sevillana rapeá, con sus tres amigas haciendo de palmeras. “Que a media mañana, don Manuel, me entra una flojera que me tengo que sentar”.
A partir de entonces, el espectáculo subió de tono y se hizo grande, con las cuatro grandes juntas interpretando “Van por el aire” y “Habaneira da Fim”, y después dar paso a los bises con “Cana Verde” y una versión especial de “A Rianxeira”, que Ugía Pedreira aclaró “se compuso para Castelao y no se les ocurrió otra cosa que coger una canción segoviana y versionarla”.
El público acabó contagiado de la complicidad y el cariño que se mostraban las artistas. Llegó de invitado a una fiesta casi privada, y acabó compartiendo la sonrisa y la actitud vital de las cuatro, magistralmente acompañadas del brasileño Sergio Tannus y el gallego Marcos Teira. Hubo jotas andinas y flamenco en gallego. Pues como dijo Martirio “esto sí que es fusión, eh? Fusión, no confusión”, entre las risas del público.
El espectáculo y el lugar para la inauguración de la cuarta edición del SoNna Huesca no podían estar mejor elegidos. Los jardines del Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) de Huesca fueron la estación de partida de un festival que aúna precisamente arte y naturaleza, y que recorrerá durante el verano las diez comarcas altoaragonesas con una treintena de propuestas de gran personalidad. Habrá muchas más seguramente en esta edición, pero la inauguración de ayer quedará para el recuerdo.
El certamen se desplazó el domingo al Espacio Vicente Baldellou de Alquézar, una de las puertas de Guara, para vivir el recital de Pol Batlle y Rita Payés. La pareja catalana se apoya en la electrónica para crear un ambiente intimista y extraño a la vez con canciones muy trabajadas “de orfebrería fina”.
Pol Batlle y Rita Payés conquistan al público del SoNna Huesca
El virtuosismo del quinteto y la profundidad de su trabajo logran cautivar a un público entregado que llenó el aforo preparado en el espacio Vicente Baldellou de Alquézar. El Festival Sonidos en la Naturaleza, SoNna Huesca 2023, cerró su fin de semana inaugural con una actuación sorprendente, compleja y cautivadora. La próxima semana, el certamen visitará el Bajo Cinca. El gallego Abraham Cupeiro tocará en Ballobar y los zaragozanos Bladimir Ros lo harán en la ermita de San Antón de Zaidín
El SoNna Huesca 2023 ha comenzado por todo lo algo. Si el espectáculo inaugural del sábado recorrió, aunque renovados, los caminos musicales más clásicos del repertorio español de siempre, ayer el recital de Pol Batlle y Rita Payés en Alquézar invitó al público a sumergirse en sí mismo y a disfrutar con música experimental. El jazz electrónico e intimista que presentó la pareja –con formato de quinteto- logró cautivar al numeroso público que abarrotó el aforo.
El espacio escénico elegido era abrumador. Las formaciones rocosas sobre las que se levanta el caserío de Alquézar presidían el recinto, instalado en el espacio Vicente Baldellou, a escasos metros de la llamada ruta de las Pasarelas de Alquézar, bajo su imponente colegiata. Allí donde la roca se abre en una cueva inmensa, que permite el paso a un fantástico mirador, se ubicó el concierto para disfrute de los músicos y del público.
El público y la organización esperaban un dúo, pero se encontraron con un quinteto al que se le habían añadido teclados, batería y bajo, además de la guitarra de Pol Batlle y del trombón de varas de Rita Payés. Batlle era el cabeza de cartel y ejerció como tal. Nada más comenzar preguntó al público sobre el sentido de la vida y fue dejando reflexiones inconexas que terminaba con una nota de humor. El catalán prepara una atmósfera intimista en la que luego tiene cabida su música, de aparente sencillez, pero magistralmente trabajada.
La música de Pol Batlle, para la que no se nos ocurre mejor etiqueta que la de jazz electrónico, es fácil de digerir por su sencillez compleja, y así sucedió ayer. Parte del público disfrutó como se disfruta de una obra de arte abstracto, que no se llega a comprender muy bien, pero que uno sabe que le gusta. Y que le pase eso a Pol Batlle no es fácil. Sobre todo, como ironizó al principio, lejos de su zona de confort (Barcelona y Cataluña). “¿Qué me han llamado para tocar en Huesca? ¿A mí? ¿Pero están seguros?”.
Batlle interpretó composiciones propias, incluida una canción dedicada a su pequeña Djuna, de solo dos años. “Eso sí que da sentido a la vida”, dijo, poco antes de tocar la composición que le dedicó su madre, Rita Payés, pareja musical y de vida, que en esta ocasión se quedó en un discreto y maravilloso segundo plano. Uno y otro hacían de las segundas voces un verdadero arte. En realidad eran cinco virtuosos atemperados en una sencillez compleja difícil de explicar y realmente fácil de escuchar. Cuando uno ve arte abstracto se imagina todo el camino que ha llevado el pintor hasta llegar allí. Y eso fue lo que entendió el público, que disfrutó de temas aparentemente desestructurados, pero compuestos tan al milímetro que hasta el silencio se convertía en un mazazo.
Batlle habló del alzheimer que ha sufrido en carne casi propia y también tuvo un hueco (La manzana) para el compositor Gabriel Hernández, el padre de los Maestro Espada, que visitaron el SoNna Huesca el año pasado. Todo lo hizo como quien no quiere la cosa, tímido, ensimismado, pero con la entrega de un niño.
En ese ambiente íntimo y extraño a la vez, Batlle dio las gracias por un festival “increíble” en plena naturaleza. Extrañado por el éxito de público; “hemos tocado en Madrid con mucha menos gente”, el catalán parecía dar las gracias porque en Huesca se apreciara su arte. Y esa humildad es la que quizá llegó al público, que le devolvió con creces los gestos de admiración.