El penúltimo fin de semana de Pirineos Sur nos regalaba un domingo de música luminosa y sanadora para nuestros oídos. La artista canaria Valeria Castro, por primera vez sobre este escenario, presentaba su álbum debut Con cariño y con cuidado, sucedida por el regreso de la gallega Luz Casal con un repertorio de sus clásicas canciones junto a su último disco Las ventanas de mi alma.

La canaria comenzaba con un intimista Dentro, un cortito preludio que ya hacía presagiar lo que sería una delicia de concierto; seguido de Poquito, tan delicado y bonito donde la artista ya nos abriría su corazón. “Pasó lo que tenía que pasar” con La raíz, que tenía toda la atención de los ahí presentes. Esa conexión con el público no había tardado en fluir, y en Culpa, “y alguna lagrimita sigue cayendo” y cayeron, no tengo dudas.

Siempre presente en su corazón su tierra y su gente, explicaba durante el concierto lo duro que puede ser no tenerlos cerca, poder abrazarlos y cuidarlos. Pero resultaba que ese día tenía un matiz especial el dedicarles la canción que estaba por venir, y es que era el primero de la gira en el que toda su familia estaba ahí. Como ella misma contaba, tiene la suerte de tener un trabajo que le permite deshacerse esos nudos o al menos aflojarlos un poquito escribiendo canciones… y así llegaba un precioso Cuidate que interpretó acompañada de su guitarra a modo de percusión y junto a su sobresaliente banda. Después de esto el auditorio entero ya estaba rendido ante la sensibilidad y ternura de Valeria Castro.

Al ritmo de Techo y paredes, con palmas y entusiasmo de su ya incondicional público le sucedería el tema Perdón (no me había dado cuenta), un “bolerito” como ella decía, que le haría bailar y disfrutar al máximo. “Desde el amor propio, es importante mostrar un poco la rabia y lo que no se puede quedar aquí dentro” y Costura resonaría en todo el valle con fuerza.

Durante el repertorio incluiría Todo cambia de Mercedes Sosa, una versión que le gusta cantar en los conciertos. A continuación uno de los momentos álgidos y marchosos del show se abriría paso con Abril y mayo, con ella bailando y haciéndonos bailar con total entrega.

Para ir acabando, a pesar de resistirnos a ese final, sonaban canciones como La corriente donde aprovechaba para presentar a su banda: Laia Alcolea (teclado), Pablo Cáceres (guitarra y ronroco), Marco Niemietz (contrabajo) e Iván Mellén (batería y percusión); o Costumbre, llegando el turno para Guerrera, un himno precioso dedicado a esas mujeres que inspiran su música, las madre, las abuelas, y para todas las mujeres que nos encontrábamos esa tarde en Lanuza. “Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma la vida entera”. Chapó.

Y el cierre se hacía realidad con Lo que siento. Un auténtico final festivo y emocional. “Pa’ cuidarse, pa’ quererse”. El público en pie vitoreando y despidiendo a esta joven promesa, agradeciéndole su generosidad y esa emoción compartida, y pensando en que quieren volver a verla pronto.

Ahora era el turno de Luz Casal que regresaba a Pirineos Sur 30 años después. La gallega actuaría en la primera edición del festival, y al igual que en el 92, llegó al escenario flotante en barco, como sorpresa inicial para los asistentes.

Con la canción que da nombre a su nuevo álbum Las ventanas de mi alma instauraba lo que iba a ser un show de casi dos horas, donde no tardarían en llegar dos de sus grandes hits como No me importa nada, que dedicó a todas las mujeres, en especial a Matilde Paz Blanco, su madre, o Sentir, una de sus más queridas baladas que caracterizan a la artista. La emoción de un público entusiasta era palpable, voces al unísono ante himnos que son historia de la música, que también interpretaría más adelante como son Entre mis recuerdos o Un nuevo día llegará.

El repertorio desgranaba sus nuevas canciones como Estaba escrito, Dame tu mano, Hola, qué tal, Quizás o Antes que tú , junto a clásicos como Plantado en mi cabeza, Rufino o Loca, donde el público ya estaba totalmente entregado. Nos encontrábamos ante una Luz Casal pletórica que sin parar de moverse demostraba que está en plena forma. Y con una cañera interpretación de Pedazo de cielo se despediría antes de los bises.

Con su vuelta al escenario se anunciaba uno de los momentos más esperados de la noche gracias a los acordes de guitarra reconocibles del tema Piensa en mí, y que no tardó en corear a pleno pulmón todo el auditorio de Lanuza. A continuación nos regalaba una preciosa versión de una canción tradicional gallega, Negra Sombra, que representa sus raíces y el alma de su tierra.

Tampoco pudo faltar el bonito bolero Suave es la noche como preludio del broche final de la noche que terminaría con Te dejé marchar, llevándose el agradecimiento y el amor infinito de los ahí presentes.