Como una versión cinéfila de la Santa Compaña, así circulaban anoche por las calles de Huesca más de un centenar de personas, siguiendo al carrito que transportaba el proyector que, parada tras parada, iba proyectando una selección de cortometrajes de la anterior edición del Festival Internacional de Cine de Huesca.
Huesca de corto es una actividad que se viene repitiendo en las últimas ediciones del festival y que recuerda la mágica secuencia de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) en la que Alfredo (un fantástico Philippe Noiret) proyecta en el exterior del cine una película del cómico italiano Totó para que el público que se ha quedado sin poder entrar en la sala pueda disfrutar de la cinta. Así, como si de habitantes de la imaginaria población siciliana de Giancaldo se tratara, un puñado de oscenses perseguía las imágenes proyectadas en las fachadas de lugares emblemáticos de la ciudad.
La primera estación de este via crucis laico se establecía, curiosamente, en la Plaza San Pedro. Allí se proyectaba el film británico Mend and make do. Primera peregrinación. El público, heterogéneo, camina apenas trescientos metros hasta la segunda estación, la Plaza López Allué. En la comitiva hay un amplio espectro de personajes: grupos de veinteañeros alternativos con perro y sin flauta, un par de ciudadanos con algunas cervezas de más, grupos de amigas, matrimonios de mediana edad, familias con niños y niñas pequeños, personas solas, cinéfilos de todas las edades, algún que otro turista… En López Allué se proyectan dos cortos de animación: Arroz y fósforos y The Present.
Entre el grupo hay muchos fotógrafos. No sé si son de la prensa o si, sencillamente, se trata de personas a las que les gusta la fotografía. Van (bueno, vamos, que yo también tengo que ilustrar esta crónica) sacando imágenes de todo lo que sucede. No es fácil, si muestras al público no se ve la imagen proyectada y viceversa. Y luego está el flash. No podemos sacar fotografías con flash: si sacas una imagen de una proyección de cine con flash, la luz del mismo eliminará la proyección y tendrás una bonita fachada. Cada uno hace lo que sabe o, como es mi caso, lo que puede. En todo caso, hacer una fotografía de la proyección de otra fotografía es, como poco, una redundancia. Me gustaría saber qué fotografían los otros.
Nueva peregrinación. El grupo tiene algunas deserciones que se compensan con nuevas incorporaciones. Bajamos a oscuras la calle Moya y, una vez llegados al Coso Alto, el proyector se coloca frente a La Rebotica y proyecta sus imágenes en la fachada de la iglesia de San Vicente El Real, más conocida como La Compañía. Allí vemos un magnífico film holandés titulado De Sment. Aumenta el número de personas que van a las proyecciones acompañados de sus perros. Un vehículo que circula por el Coso Alto es detenido por una persona de la organización que le convence para que espere a que acabe el corto y no cruce entre el público y la imagen proyectada. La conductora accede. Un hombre visiblemente borracho va dando tumbos por el Coso y no se percata de que tiene cine a diestra y público a siniestra, bastante tiene con intentar mantener el equilibrio. Eso es lo que tiene ver cine en el exterior, que cualquier distracción que en otra situación pasaría inadvertida, tiene un efecto multiplicador.
Aunque la temperatura es amable, 20ºC, algunas personas empiezan a ponerse una chaqueta u otra prenda que les brinde algo de abrigo. En todo caso, el número de espectadores ha aumentado y parece un público que habitualmente consume cultura. Nuevo desplazamiento de la comitiva y nos trasladamos a las Cuatro Esquinas. Se proyectan dos cortometrajes españoles directamente relacionados con la crisis: Don Miguel y Metros útiles. Me parecen una ingeniosa forma de crítica social. A esas alturas mis pies gritan clemencia. Miro el programa y quedan tres estaciones más. A pesar de que estoy disfrutando de la actividad, tengo una edad y un peso que parecen dos, así que decido que la alegre comitiva siga su camino y yo me voy para casa a escribir esta crónica. Supongo que, a estas horas, ya han pasado por el Coso Bajo, la Plaza Alfonso el Batallador y la Plaza Navarra, punto final de la ruta cinéfila.
Si se han quedado con las ganas de ver estas películas, no se preocupen, tienen una segunda oportunidad de ver estos cortometrajes, esta vez sin tener que moverse del sitio. Hoy domingo 12 de junio, a las 18:30h., se realiza un nuevo pase de esta selección de cortometrajes en La Catalítica. La entrada es gratuita.