El pasado viernes, Carmen Boza se subía una vez más al escenario de la sala El Veintiuno tras su último paso por la capital oscense a finales de 2018.

La artista andaluza finalizaba su tour La Caja Negra a finales del 2019 para dar paso al tour Carmen Boza en un formato más íntimo, cuando la gira tuvo que detenerse por la pandemia, retomando este año las nuevas fechas donde hacía parada en Huesca.

La noche se presentaba cálida, con las terrazas llenas de gente disfrutando de este anticipo de verano. Un factor que podría jugar en su contra, pero que no impidió que al subirse al escenario encontrara una sala con un buen número de asistentes a esta velada musical.

En esta ocasión volvía en formato íntimo, con su voz acompañada por guitarra, piano y sintetizadores, desde donde plasmaría una vez más esa autenticidad y personalidad que la caracteriza, moviéndose en sonidos pop, indie, R&B…

Y es que siempre acaba cautivando al público entre sus versos, anécdotas e historias, algo que forma parte de la terapia que conlleva un concierto de la carismática gaditana, y muy honesta con la finalidad de sus shows: una autoterapia que consiga remover por dentro y dejar algún poso, y que desde luego consigue.

La terapia comenzaba, como no podía ser de otra manera, con Mantra, un poco de rezo de ‘quiero que todo lo que tengo malo dentro se vaya yendo, se vaya yendo…’ para seguir con un repertorio un poquito ‘cortavenas’ como ella mismo reconocía, pero que sin embargo interpretaba con desgarro y a la vez alegría, y es que fueron numerosas las veces que la sonrisa era bidireccional. Nos encontrábamos ante un concierto envuelto por la intimidad y el silencio, que solo se rompería para corear estribillos como el de Gran Hermano.

Recuperó varios temas de su carrera, pero buscando un nuevo sonido, y más recientes singles como Suave y Caramelo o La grieta, este último compuesto durante el confinamiento. Además, quiso compartir canciones inéditas todavía en proceso de creación como Fenghuang, ¿Quién soy? y Tic-Tac, en los que improvisó valientemente e hizo alarde de su talento y maestría.

Una delicia de concierto que mostraría su evolución y madurez, pero sin haber perdido un ápice de su esencia, ofreciendo así uno de sus mejores directos hasta la fecha en la que profesa como su casa oscense.

Carmen Boza posee un directo regenerador y sanador, y no nos cabe duda de que volveremos a disfrutarla por Huesca, así que ¡hasta pronto!