Corría el año 1988 cuando Leonard Cohen publicó el disco “I’m your man”. Su anterior trabajo, “Various positions”, donde aparecía la obra maestra “Hallelujah”, se comercializó solo en Europa porque su compañía, la CBS, no quiso distriubuirlo en América. Nadie confiaba en el autor que había deslumbrado al mundo en 1967 con “Suzanne” o “So long, Marianne”.

Por razones que desconozco, no sé si porque alguien se lo propuso o por una extraña alineación de planetas, en su gira europea del disco “I´m your man”, Leonard Cohen recaló en Binéfar. Cuando se contrató al artista nada hacía presagiar el éxito de su último álbum, el cual contenía auténticas joyas de la historia de la música como “First we take Manhattan”, “Everybodys knows”, “I’m your man” o “Take this waltz”.

De repente, en el Ayuntamiento de Binéfar se encontraron con que tenían ante sí un evento de dimensiones insospechadas y que trascendía todo lo que habían organizado hasta el momento. Y si esto no fuera poco, hubo muchas voces críticas dentro de las peñas, de otros partidos políticos y de otros habitantes del pueblo que veían peligrar el presupuesto de las fiestas del pueblo si el concierto fracasaba. Parece ser que la concejala de Cultura y Festejos, Mari Carmen Pérez, tuvo que esforzarse al máximo para obtener apoyos institucionales, como del Gobierno de Aragón y de la Diputación Provincial de Huesca, o de patrocinadores como la Coca- Cola.

Por aquel entonces, yo estaba en el instituto y nos hacía especial ilusión que Leonard Cohen visitara Binéfar aunque éramos conscientes de que era muy difícil asistir al concierto. Nuestros padres y madres no nos iban a dar el dinero que costaba la entrada, y lo cierto, es que la mayoría de la juventud de Binéfar de aquella época, solo ahorrábamos para comprar discos en el Discoplay y era complicado que dispusiéramos de esa cantidad. Creo que tampoco éramos muy conscientes de la importancia del evento o de lo que realmente significaba ver a Cohen en directo.

Recuerdo que en clase le dijimos a una profesora que Leonard Cohen iba a “tocar” en Binéfar. No se lo creyó por más que se lo juramos y perjuramos. Era difícil de creer que un canadiense, apreciado por la crítica musical, y que tenía sonando a todas horas en las radios “First we take Manhattan” eligiera un sitio como la población literana para su tour.

El 11 de junio de 1988, Leonard Cohen llegaba a Binéfar, donde incluso hizo una rueda de prensa en inglés. La repercusión que estaba teniendo el nuevo disco de Cohen fue de grandes dimensiones. Por ello, hubo medios americanos que llamaron a los medios locales para confirmar que tocaba en una población de unos 7.000 habitantes porque no se lo podían creer.

Al día siguiente del concierto, quienes no habíamos asistido, buscábamos a gente que nos pudiera contar lo que había sucedido. También había una gran curiosidad por saber si se había llenado el aforo de 4000 sillas, que, al final, no se consiguió completar. Explicaban que, aunque Cohen se presentó con una leve afonía, el concierto había ofrecido momentos mágicos.

Una amiga, que había conseguido entrar gratuitamente por ser familia de un cargo político, me contó que al acabar una canción, ella y otra amiga suya, le habían gritado a Cohen “¡Well done!” y él les había mirado. Han pasado veintiocho años y sigo anhelando haber gritado ese “well done” junto a ellas.

Ayer, 10 de noviembre, Leonard Cohen nos dejó pero su persona y su música quedarán siempre unidas a la historia de Binéfar. Su visita marcó un antes y un después, puso a la localidad en el mundo. Quizás sea un buen momento para que la villa le brinde un homenaje o reconocimiento a este artista internacional.