Cuando uno atraviesa la puerta de una escuela de música está preparado para recibir un impacto sonoro. Se imagina la extraña amalgama de sonidos, guitarras, baterías, pianos, cada uno en su aula, siguiendo su lección con el profesor o profesora al lado. En mi caso, el primer sonido que llegó a mis oídos fueron las carcajadas de un grupo de niños y niñas. Eran los alumnos y alumnas de iniciación a la música, niños y niñas de 3 a 6 años. Al salir de clase, corren a los brazos de su madre o su padre y piden la merienda. Una de las niñas coje una tiza y empieza a dibujar un pentagrama y una clave de sol en la pizarra que hay en el recibidor. Un par de adolescentes esperan con la guitarra al hombro a que empiece su clase. A lo lejos, el sonido de varias guitarras inexpertas interpretando el principio de The final countdown de Europe nos recuerda a nuestra propia adolescencia.
Sergio Rodrigo, Satur Rodríguez y Aitor Berdiel son tres músicos que compaginan su trabajo profesional con labores formativas. Durante una época, cada uno de ellos ha ido trabajando en otras academias o escuelas de música y también han impartido clases particulares. Un día, tras observar que en Huesca no existía ninguna escuela de música que se centrara en la enseñanza de la música moderna, tal como el jazz o el rock, a pesar que ya había una arraigada tradición de enseñanza musical, tanto en el conservatorio como en diferentes escuelas de jota. Las personas que querían realizar este tipo de estudios, hasta hace poco, sólo tenían la opción de ir a Zaragoza, Barcelona o Madrid, porque en Huesca la única formación de este tipo la ofreció, durante una temporada, el oscense Tolo Pueyo, guitarrista de Miguel Bosé. Sergio, Satur y Aitor unieron esfuerzos, decidieron liarse la manta a la cabeza y fundar MUMO, escuela de Música Moderna, un espacio donde poder aprender a tocar los instrumentos propios de los estilos musicales más modernos. Sergio Rodrigo considera que la escuela «es un complemento necesario dentro del aprendizaje musical, queremos aportar nuestro granito de arena y poner en valor la música moderna en la ciudad«.
A la escuela puede acudir cualquiera, ya que hay oferta formativa para todas las edades. Los más pequeños pueden hacer Iniciación a la música, donde empezarán a familiarizarse con las notas y su simbología y con diferentes instrumentos. Posteriormente, pueden elegir un instrumento (piano, guitarra, bajo, batería…) o dedicarse a aprender informática musical, canto, armonía… El profesorado está formado por músicos profesionales, personal titulado en diferentes escuelas de música que se han especializado en Jazz o música moderna, lo que asegura que la formación que van a recibir las personas que acudan al centro va a tener una sólida base teórica y práctica que les ayudará a completar sus estudios si alguna vez deciden estudiar para sacarse la titulación superior.
Otra de las características de MUMO es que es el propio alumnado el que decide el ritmo de aprendizaje que quiere seguir. Como explica Sergio, «en el Conservatorio tienen que ir un determinado número de horas a la semana, practicar muchas horas y seguir un itinerario formativo reglado, con sus tiempos y sus exámenes, en cambio aquí tienen un seguimiento individualizado, no seguimos una educación reglada, pero sí que seguimos unas pautas de aprendizaje y las adaptamos a la persona que viene a la escuela, ya sea una niña, un adolescente o una persona jubilada, ya tenga conocimientos previos de música o no«. Efectivamente, un buen número de los alumnos y alumnas del centro son personas que siempre quisieron estudiar música pero que no tuvieron la oportunidad en su momento y ahora tienen tiempo, dinero y ganas para hacerlo: «vienen una o dos horas a la semana, van aprendiendo a su ritmo, sin tener la obligación de llevar ese seguimiento que les harían en un centro de estudios reglados y así pueden disfrutar de su hobby, que es tocar la guitarra«.
MUMO abrió sus puertas en octubre de 2015, todavía es un centro recién estrenado. Les costó casi seis meses encontrar un local, acondicionarlo y conseguir los permisos para poder abrir la escuela. «Valió la pena el esfuerzo. Creemos en esto y queremos que se convierta en nuestra forma de vida, es con lo que disfrutamos, tocando y enseñando a otras personas lo que sabemos hacer«, resume Sergio Rodrigo.
Poco a poco van llegando a la escuela otro grupo de alumnos. Llevan sus guitarras a la espalda. Sergio les recibe con una sonrisa y ellos esperan educadamente en el sofá del recibidor a que salga el turno anterior. Quién sabe si estos chicos y chicas se dedicarán a la música el día de mañana o será sólo un hobby, lo realmente importante es que ahora están disfrutando de algo que realmente les gusta.