«Las rebeliones nacen de la esperanza»

Jyn Erso. Rogue One: Una historia de Star Wars

 

La primera noticia que se tuvo de Rogue One era esperanzadora y, al mismo tiempo, hacía temer lo peor a los fans de la saga cinematográfica más rentable de todos los tiempos. Desde Lucasfilm se comentaba que Rogue One sería para el universo Star Wars lo que había supuesto Salvar al soldado Ryan al cine bélico. Sin duda, exageraban, pero no iban desencaminados.

Evidentemente hay que establecer las distancias. Gareth Edwards no le llega a la suela de los zapatos a Steven Spielberg. Aún así hay que reconocer que Rogue One es una buena película. Desde luego, no la mejor de la franquicia, pero sí una buena película. Y creo que el mérito tenemos que atribuírselo a Kathleen Kennedy, productora de la película y actual presidenta de Lucasfilm.

Kennedy sabía lo que tenía entre manos, sabía que el Episodio VII ha decepcionado a mucha gente y que los fans acusan de infantilismo a todo lo que huela a Disney, actual propietaria de Lucasfilm. Y tiene un historial a prueba de dudas. Sabe perfectamente cómo se construye un éxito familiar, no en vano es la productora de E.T. el extraterrestre, Los Goonies, Gremlins, la trilogía de Regreso al futuro, dos de las cuatro películas de Indiana Jones y todas las películas de Parque Jurásico, entre otras. Pero también sabe cómo crear un drama porque también es la responsable de producir films como La lista de Schindler, Los puentes de Madison o El sexto sentido, por citar tres de sus mayores logros. Por eso saltaron todas las alarmas con los primeros copiones de la película. Kennedy ordenó poner orden, contrató a otros dos directores, Simon Crane, que en su currículum tiene el ser director de escenas de acción en Titanic, y Tony Gilroy, director de El legado de Bourne, para que ayudaran a Gareth Edwards a filmar escenas adicionales y volver a filmar buena parte de la película.

Es habitual volver a rodar parte de una película cuando se ven los resultados, pero no es tan habitual eliminar escenas completas, más cuando algunas formaban parte de los trailers del film, o dejar en el suelo de la sala de montaje todas las escenas de un personaje, en este caso se ha eliminado casi por completo a Bistan, lo que desconcertará a los coleccionistas porque aparece como personaje principal en el poco merchandising que se ha ido avanzando de la película.

El resultado final es una película adulta. Es un film de aventuras, de eso no cabe duda, pero no es la alegre aventura de sus predecesoras. En Rogue One impera durante todo el metraje el tono fatalista de una tragedia. Lucasfilm ha presentado un spin-off, pero no para el público infantil, sino para aquellos que crecieron con Star Wars, que eran niños en 1977 y que ahora rondan los 50. Lo hace de forma inteligente, aquí no valen las casualidades del Episodio VII ni la alegría hippy del Episodio IV, aquí se sufre, se lucha y se muere. Rogue One es una historia sobre la esperanza, no sobre la rebelión, sobre el sacrificio, no sobre el valor, y sobre el compromiso con la causa, no sobre la amistad. En ese sentido, tiene mucho en común con El señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien. Frodo y Sam acuden al Monte del Destino sabiendo que nunca van a volver a ver La Comarca. Del mismo modo afrontan su misión los miembros del escuadrón Rogue One.

La historia es sencilla. Todo nace del texto que Brian De Palma escribió para los créditos iniciales de Star Wars Episodio IV en 1977. El director lo hizo para ayudar a su amigo George Lucas, porque pensaba que el público no entendería nada de la película si no se les orientaba algo al principio. El texto original decía lo siguiente:

«Nos encontramos en un período de guerra civil. Las naves espaciales rebeldes, atacando desde una base oculta, han logrado su primera victoria contra el malvado Imperio Galáctico.

Durante la batalla, los espías rebeldes han conseguido apoderarse de los planos del arma total y definitiva del Imperio, la Estrella de la Muerte, una estación espacial acorazada, llevando en sí potencia suficiente para destruir un planeta entero.» […]

El texto sigue, pero en síntesis, Rogue One está en estos dos párrafos. Con estos breves mimbres se ha armado todo un film, nada desdeñable, que dejará desconcertados a los haters de Disney y que no dejará indiferentes a los fans de la franquicia. Star Wars ha madurado. El universo expandido ha llegado a la gran pantalla y, si siguen con esta línea, más madura y alejada del espíritu de la saga original, podemos llegar a ver cosas muy interesantes en los próximos años. Desde luego, ya no hay lugar para Jar Jar Binks ni para Ewoks, no en este contexto. Lo que sí está claro que Rogue One justifica plenamente que el título del Episodio IV sea Una nueva esperanza.

Cinematográficamente hablando, la película es irregular, pero va de menos a mas. No tiene un principio poderoso, sino que el interés va ascendiendo, poco a poco. Cuesta de entrar en la película, los personajes no están bien definidos. Sólo es a medida que va avanzando la acción cuando nos vamos metiendo en la historia y eso es un gran defecto, habitual en la filmografía de Gareth Edwards, pero también culpa de un guión que no sabía cómo arrancar una historia de este calado. Afortunadamente, a medida que avanza la acción también va mejorando la película y la última media hora está muy por encima de la trilogía de las precuelas. A eso ayuda la partitura que Michael Giacchino ha escrito en tiempo récord, sólo tres semanas, porque Kennedy también despidió al compositor original, Alexandre Desplat, buscando a otro que le diera un tono más épico y cercano a la música de John Williams. Giacchino no llega a la altura del veterano maestro, pero sí que brilla con luz propia en algunos pasajes, tales como el tema Guardians of the Whills Suite o el más ilustrativo Confrontation on Eadu. Tengo una enorme curiosidad por saber qué habría hecho Desplat con este score.

Ben Mendelsohn

Los personajes tienen matices, no son los héroes unidireccionales de la trilogía original. Felicity Jones y Diego Luna están correctos en sus respectivos papeles, Jyn Erso y Cassian Andor, sin llegar a tener la complicidad de Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fischer. Eran otros tiempos y el tono de las películas es muy diferente. El resto del reparto es irregular, pero destaco la enorme presencia de Mads Mikkelsen y de Ben Mendelsohn, impresionantes en sus papeles de Galen Erso y Orson Krennic, respectivamente. Mucho de lo mejor del film les tiene a ellos como protagonistas. Es de agradecer para los fans más antiguos la aparición de casi una decena de personajes del film original (algunos de ellos generados por ordenador y por eso mismo poco creíbles) que nos harán revivir sensaciones antiguas y esbozar alguna sonrisa a lo largo de la película, a pesar de que la mayoría aparece sin ningún tipo de necesidad ni justificación ya que no aportan nada a la trama argumental.

En definitiva, Rogue One no es otra película de palomitas y refresco. Es una obra más madura que busca crear nuevas complicidades con el público de siempre y que nos depara algunas imágenes impactantes para los fans de Star Wars.