El del teatro es un mundo muy complicado. Levantar un espectáculo cuesta muchas horas de trabajo, ensayos, esfuerzo. Cada escenografía, cada vestuario, cada diseño de luces, representan la inversión de una enorme cantidad de horas y de dinero. Por no hablar de las horas de escritura del texto y el diseño de dramaturgia. Por eso, cuando una compañía estrena un espectáculo y éste no gusta, no está en juego solamente el prestigio del equipo artístico y técnico. La inversión realizada es difícilmente recuperable, incluso para espectáculos con elevados índices de ocupación.

Diez años de éxito

Por eso, cuando una obra, un espectáculo concreto, se convierte en un éxito, es una enorme alegría para la compañía que ha conseguido poner en pie ese proyecto. Teatro Che y Moche lo consiguió hace diez años con El Funeral (Oue Umplute) y este sábado, una década más tarde, ese mismo espectáculo se presentó en el escenario del Teatro Olimpia con casi todo el aforo vendido.

Muchas cosas han cambiado en estos diez años. El Funeral duraba poco más de una hora en 2006 y ahora llega casi a las dos horas. Unas mil representaciones tienen la culpa. Cada función, en la que la improvisación juega un papel importante, es diferente. Lo que una noche sale por casualidad es posible que acabe incorporándose al espectáculo. Por el contrario, algún gag que ha ido perdiendo fuelle a lo largo de los años, es posible que quede arrinconado, poco a poco. A pesar de tratarse de un funeral, es un espectáculo vivo que evoluciona función a función.

La trama

El abuelo Dimitri ha muerto y cuatro de sus nietos realizan una gira para rendir homenaje al mejor violinista manco de Galaspy, un pequeño país cercano a los Urales. La forma que adopta ese homenaje es el de un sentido funeral lleno de música zíngara. La forma que adopta la obra no es una obra de teatro ni es un concierto, sino ambas cosas y ninguna a la vez. Es una comedia que es, paradójicamente, un canto a la vida, a la fiesta, una invitación a la risa y la carcajada.

El texto tiene una estructura abierta. La compañía sabe cómo empieza y cómo acaba, pero lo que pasa en sus momentos centrales está abierto a la improvisación. En ese sentido, El Funeral es un espectáculo que invita a la participación de los espectadores y que se somete a los imprevistos que puedan surgir. Es una adaptación moderna de la estructura formal de la Commedia Dell’Arte.

En la función del sábado volví a disfrutar del espectáculo que había visto ya un año antes en San Esteban de Litera. Es curioso ver cómo reacciona el público en dos escenarios diferentes ante el mismo espectáculo. En San Esteban era una representación gratuita al aire libre y en el Olimpia una función de pago en un teatro. Evidentemente, las diferencias entre las dos funciones fueron muchas, en el teatro todo está más controlado y son los actores los que tiran del carro, mientras que al aire libre en cualquier momento puede aparecer un imprevisto que haga reaccionar a la compañía. En ambos casos el resultado final fue excelente y el público se lo pasó en grande, aunque formalmente había grandes diferencias entre las dos funciones.

La compañía

El reparto está muy bien balanceado. Diez años de funciones dan tiempo más que suficiente para que cada uno de los cuatro componentes de la compañía encuentre el alma del personaje al que encarna. No sólo eso, también son excelentes músicos. Es el caso de Tereza Polyvka, virtuosa violinista que es el motor musical de la obra, con una técnica que deja asombrada a toda la platea y un personaje que es el contrapunto femenino e infantil del resto, o el de Fran Gazol, destacado baterista de jazz que aporta con la construcción de su personaje un soplo de aire fresco al espectáculo cuando es necesario.

Comentario aparte merece el trabajo de los dos actores que llevan el peso del espectáculo. Kike Lera, quien es muy solvente músico con la guitarra y realiza un excelente trabajo como puente entre los otros tres primos, que hablan en el idioma de Galaspy, traduciendo al castellano todo lo que dicen sus familiares, crea un tierno personaje. Y Joaquín Murillo, quien encarna el papel del malhumorado primo Joachim, el saxofonista del grupo, al mismo tiempo que es el director del mismo, crea un personaje que tiene las mejores características del Augusto y las más tiernas del Clown. Ambos actores se colocan con sus interpretaciones en un lugar de honor entre los mejores cómicos del país.

Conclusiones

Poca cosa más se puede decir de El Funeral sin desvelar nada de su trama argumental. Bueno, sí: Oue Umplute significa huevo relleno en rumano. Y como un huevo relleno, este espectáculo es sencillo pero delicioso. No te cansas, siempre quieres un poco más y, aunque sea siempre el mismo relleno, no hay dos iguales. Cualquier otro comentario puede desvelar gags y situaciones que tienen gracia por lo inesperadas. Una cosa tengo segura: si tengo la oportunidad, iré a verla una tercera ocasión y las que hagan falta.